Cuando el ruido vale más que el mérito
En Ecuador, el talento compite con el algoritmo. A propósito de la entrevista con Joaquín López para OnData, una reflexión sobre cómo el ruido digital ha reemplazado al mérito.
Esta semana, en una entrevista para OnData, Joaquín López, el primer latinoamericano en lograr podio en la UTMB y rankeado como #1 de LATAM según el ranking ITRA, contaba cómo ha sido su camino para convertirse en un deportista profesional y vivir del trail running. Muchas cosas me llamaron la atención y por eso recomiendo leer la entrevista completa, pero hubo una frase que se me quedó grabada.
Joaquín explicaba que, en Ecuador, al corredor que busca ser profesional se lo pone en la misma categoría que al “deportista influencer”, donde pesa más la presencia en redes que el rendimiento o el bienestar. En contraste, las marcas internacionales con las que trabaja lo apoyan porque creen en su potencial como atleta y porque su exposición proviene de competir al más alto nivel, no de detener sus entrenamientos para tomarse fotos.
El problema no es que las marcas busquen visibilidad, sino la distorsión del valor. Y eso no ocurre solo en el deporte o en las empresas; también tiene que ver con nosotros mismos, que muchas veces menospreciamos la calidad y premiamos el alcance. Pasa en el periodismo, donde voces con millones de seguidores opinan sin rigor mientras quienes investigan o contrastan datos apenas encuentran eco. En la música, donde la métrica del talento parece ser el algoritmo y no la afinación ni el criterio artístico. En la actuación y el entretenimiento, donde quienes crean y construyen personajes quedan relegados frente a quienes se hacen virales replicando fórmulas y tendencias. Y en la política, donde figuras mediáticas sin formación terminan definiendo el rumbo del país, sostenidas más por engagement que por ideas.
El mérito todavía importa, aunque parezca que el mundo lo olvidó. La verdadera influencia no se mide en seguidores, sino en coherencia. Joaquín lo demuestra en sus entrenamientos y cada vez que cruza una meta, priorizando el resultado antes que la inmediatez de las redes.
Nos acostumbramos a vivir en un mercado de apariencias, donde lo visible vale más que lo valioso. Pero mientras sigamos premiando el ruido sobre el mérito, no podremos quejarnos de los resultados: deportistas sin apoyo, periodistas invisibles, músicos y artistas sin respaldo y líderes improvisados ocupando los espacios que dejamos vacíos.
Tal vez ha llegado el momento de volver a admirar a quienes hacen bien su trabajo, aunque no lo transmitan en vivo.



