¿Un amigo de peluche o un espía con wifi?
Peluches con IA que conversan con niños ofrecen compañía inmediata, pero generan dudas sobre rol parental y privacidad.
Hace pocos días leí en The New York Times un artículo de Amanda Hess que me sorprendió. Al inicio sentí asombro por ver hasta dónde llega la tecnología, pero después inquietud al imaginar lo que a futuro podría pasar: juguetes con inteligencia artificial que conversan con niños de hasta tres años.
La startup detrás de estos juguetes es Curio, con sede en Redwood City, California. Vende peluches inteligentes por $99, capaces de conversar y hasta registrar lo que dicen los niños. Se trata de chatbots envueltos en peluches sonrientes, con un bolsillo en la espalda que esconde una caja de voz conectada por wifi a un modelo de lenguaje de IA diseñado para interactuar con niños de hasta tres años.
La promesa suena atractiva. Para los niños, compañía inmediata y juegos que estimulan sin depender de pantallas. Para los padres, la tranquilidad de no dejar a los hijos frente al televisor y la comodidad de que alguien más los entretenga. En realidad, lo más preocupante es que estamos ante otra pantalla disfrazada de peluche.
A corto plazo, los niños podrían perder espacio para imaginar y crear por sí solos. Además, podrían llegar a acceder a información que no deberían tener. Hess cuenta que envió uno de estos peluches a su amigo Kyle, un ingeniero informático, para que lo pusiera a prueba. Tras varias preguntas, el juguete se salió del guion y terminó indicando dónde encontrar cloro.
En el mediano plazo, estos dispositivos pueden llegar a sustituir el rol parental.
Y a largo plazo surgen dilemas mucho más delicados, como la privacidad de los datos. Cada conversación con los peluches se envía al celular de los padres para monitorear lo que hablan los niños, pero queda la duda de para qué otros fines podrían utilizar esa información las empresas.
Como todo en la tecnología, surge la necesidad de regular, pero la velocidad de la regulación nunca se acerca al ritmo con el que aparecen los nuevos avances. Mientras aún discutimos los riesgos de la IA, OpenAI ya anunció una alianza con Mattel para crear productos basados en sus marcas icónicas.
Nuevas herramientas que redefinen la educación, la imaginación e incluso la privacidad entran al mercado más rápido de lo que somos capaces de procesar. Y sabemos que, como sociedad, no estamos listos para acompañar ese ritmo.